¡No reniegues de ti!
La mejor manera de dibujar una sonrisa en el rostro es reírse un poco más de uno mismo. Debemos descender cuanto antes de la pirámide de «superados» y dejar de llevar el ceño fruncido por los errores y equivocaciones que cometemos. Fácilmente dejamos de sonreír cuando llevamos la cuenta de nuestros fallos o la de los demás, o estamos buscando siempre ser mejores que los otros para ser considerados un “ejemplo” de persona. Cuando sonreímos ante nuestra propia verdad y nos aceptamos tal y como somos, sin que ello signifique una declaración conformista y ególatra, brota de lo más profundo del ser la felicidad y la paz que tan desesperadamente buscamos fuera de nosotros. Deseamos ser estimados por los demás, pero no nos aceptamos a nosotros mismos. ¡No reniegues de ti! Eres capaz de amar y tomar buenas decisiones, pero también de cometer errores y equivocarte. Celebra tus aciertos, pero no dejes de sonreír cuando cometes errores. Cuando dejes de buscar que los demás te vean sin «mancha ni arruga» hallarás a paz y la verdadera felicidad.
P. Javier Rojas, sj