Con frecuencia recurrimos a Jesús suplicando que nos salve de alguna situación. Ahora bien, ¿en qué momentos lo hacemos? Debemos tener cuidado de no convertir a Jesús en un «amuleto de la buena suerte» al que recurrimos solamente cuando hemos llegado al límite de nuestras fuerzas o cuando hemos perdido el control sobre la realidad. Jesús no es una «palanca» que nos saca de los momentos complicados o nos salva de las situaciones engorrosas. Jesús es el Maestro que nos enseña a vivir de manera nueva y renovada. Es el amigo con quien debemos construir una amistad sólida y segura, y desarrollar una confianza plena. Con Jesús pasaremos cualquier tormenta si está con nosotros.