Desde pequeños, nuestros padres, nos enseñan lo que está bien y lo que está mal, pero nosotros aprendemos lo que vemos que ellos hacen. Consideramos que si ellos lo hacen es porque está bien, independientemente de lo que nos digan. No siempre hacemos lo que nos dicen que debemos hacer, sino que nosotros hacemos lo que vemos que ellos hacen. Aprendemos a hablar escuchando como lo hacen otros y vivimos imitando el ejemplo que recibimos. Por eso escuchamos que hay que educar más con el ejemplo que con mil palabras. En la fe nos ocurre que a veces vivimos imitando lo que otros hacen sin preguntarnos adecuadamente si Jesús lo enseñó o no en el evangelio. A veces vivimos preceptos y mandamientos humanos y no los de Dios. Adecuamos el evangelio a nuestra conveniencia en lugar de llevar nuestra vida al evangelio. Nuestra vida debe ser iluminada por la enseñanza y el ejemplo de Jesús, no por lo que vemos que otros hacen. Para sintonizar con el Espíritu del evangelio no necesitamos razonar tanto sino orar, meditar, disponer de un tiempo para estar a solas con Dios.
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