Pedimos a Jesús muchas cosas. La mayoría de nuestras oraciones están armadas para pedir, implorar o rogar. Es cierto que Jesús nos dice que pidamos, y si pedimos en su nombre al Padre, Él nos lo concederá. Pero ¿hemos advertido lo suficiente que en la dinámica de la oración tenemos que estar dispuestos a abrir las manos y soltar? A veces pedimos a Dios, sin estar disponibles a soltar las cosas que queremos que nos conceda, si así fuera necesario. Pedimos de manera caprichosa, sujetos a lo que deseamos ganar. Decimos en el Padrenuestro «Hágase tu voluntad», pero queremos que se cumpla la nuestra. En la dinámica de la oración Pedir, exige estar dispuestos a soltar, a entregar, a dejar en las manos de Dios lo que le pedimos para que su voluntad se cumpla. Hemos de ofrecer al Padre lo que le pedimos con disponibilidad a que suceda lo que él juzgue mejor para todos.
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