El Espíritu de Dios nos renueva constantemente, nos conduce y empuja hacia una mayor comprensión del mensaje de Jesús. Para ello es esencial renovar nuestra mente y corazón. El peligro más común es creer que ya sabemos todo de Jesús y que conocemos bien su mensaje. El desafío es estar abiertos a profundizar en su mensaje y a comprender cada vez más lo que Él nos pide en cada momento. El peligro es tener la mente y el corazón como odres viejos, en donde el vino nuevo que el Espíritu derrama se pierde o no estar abiertos a la renovación ni a la conversión. Forjar una religión a medida, esperar que Dios venga a dónde uno quiere y no estar dispuestos a salir de uno mismo, es un desafío a vencer diariamente.
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