El miedo es una emoción que nos hace cautos, nos activa la vigilancia y nos vuelve prudentes. Sin esto iríamos por el mundo inconsciente de los peligros que nos asechan. El pedido de Jesús no es eliminar el miedo, en tanto emoción de autodefensa, sino confiar en él. El miedo puede volvernos personas cautas, pero también desconfiadas; vigilantes, pero también en constante actitud de alerta; prudentes, pero también cobardes. El miedo no debe retraernos sobre nosotros mismos sino lanzarnos a poner nuestra seguridad en Dios. El miedo también nos hace tomar consciencia del límite de nuestras fuerzas, pero Jesús nos invita siempre a creer en Él cuando nuestras fuerzas nos dicen que no podemos. En miedo no es malo en sí, lo es cuando es sinónimo de falta de fe.
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