Los niños y los ancianos tienen algo en común con los ángeles. Los niños poseen la pureza de corazón y los ancianos la sabiduría. Sabiduría que le trajeron los años. La pureza de corazón nos capacita para ver a Dios en todas partes y descubrirlo sobre todo en la vida de los demás. La sabiduría nos brinda esa serena confianza de saber que Dios lo dispone todo para nuestro bien. Nada de lo que vivimos es ajeno a Dios, porque Él está en todo y en todos. Él es la fuerza vital que empuja nuestra historia hacia la redención. Es el Amor infinito que atrae y llama a la comunión definitiva.
Los ángeles de este mundo
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