La paz de Dios no es la que viene cuando se acaban los problemas o terminan las dificultades, sino la que nos sostiene mientras atravesamos las dificultades, las tormentas y la noche del alma. Cuando nada podemos hacer nosotros para evitar lo que está sucediendo, la paz de Dios nos envuelve y nos hace atravesar nuestros miedos y sombras. La paz de Dios es un don, un regalo, no la fabricamos nosotros. Podemos fabricar la tranquilidad que es el resultado de tener todo controlado, pero no la paz. Ella acontece en nuestro corazón y nos sorprende porque, sin saber cómo expresarlo, nos da seguridad y confianza en Jesús en medio de las tormentas. La paz que viene del cielo no elimina las dificultades, nos hace atravesarlas por el poder de lo alto. Anímate a buscar la paz del corazón.
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