Hay luz en nuestro interior, pero existen también zonas oscuras. Queremos ser mansos como las palomas y los corderos, pero no podemos dejar de reconocer que también somos lobos que albergamos tinieblas dentro nuestro. Somos trigos destinados a dar frutos, pero también conocemos muy bien la cizaña que nos habita. Estos opuestos están en nosotros, somos esa dualidad, esa contradicción, pero estamos llamados a dar frutos buenos. Necesitamos iluminar las zonas oscuras, amansar nuestro corazón y cuidar el trigo de bondad que hay en él. No te obsesiones con lo que no te gusta de ti, trabaja más bien porque la luz se expanda, el corazón se pacifique y los frutos de amor y perdón crezcan en tu vida.
La dualidad que nos habita
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