Abrir nuestra mente
Aprender es parte de nuestra vida y lo haremos hasta el final de nuestros días. Quien dice «ya lo sé todo» se cierra a una de las experiencias más profundas del ser humano: aprender. Al abrirnos a la experiencia del aprendizaje no solamente incorporamos nuevos conocimientos sino también desarrollamos la actitud y capacidad para el discernimiento. Discernir no es escoger entre el «bien» y el «mal» porque para ello solamente hace falta sentido común. El discernimiento es una herramienta que nos ayuda a distinguir la voz de Dios entre muchas otras y a tomar una determinada dirección entre las posibilidades que se nos ofrecen. El Espíritu de Dios nos da luz para aprender a distinguir la voz de Dios. Sin apertura al aprendizaje no podremos conocer la manera como Dios se comunica con nosotros.