«Se sufre más a causa de los pensamientos que por los problemas reales.»
Cada vez se está más indefenso frente al sufrimiento que acarrean los pensamientos. Aunque puede resultar extraño, la mayoría de las personas sufren más a causa de los pensamientos que se suscitan en su mente que por los problemas reales. Resulta más difícil escapar de las redes del horror que fabrica la mente que hacer frente a un problema real. Es muy común que ante un posible «problema» ―es decir, cuando todavía ni siquiera es tal―, la mente imagine lo peor. Ese es el instante en que «se forjan» en la mente un sinfín de pensamientos que te harán sufrir.
Hay que tener en cuenta que los pensamientos siempre encuentran alguna «base de realidad» sobre la que edificar la casa del terror, tienen una pisca de verdad; pero todo lo demás es imaginación. ¿Cuánto de realidad existe en los pensamientos que nuestra imaginación elucubra? Es difícil de saber, porque la imaginación hace que todo parezca muy real. ¿Cómo salir entonces de esta trampa? Un primer paso es delimitar bien el problema en sí mismo y no adelantarse a lo que todavía no ha ocurrido. Lo que «puede pasar» ya es campo de la imaginación, de los pensamientos, de las ideas, de los recuerdos que aparecerán a raíz del ejercicio mental.
Ten presente que los pensamientos que se suscitan en tu mente, hasta tanto no ocurra lo que proyectan, te harán sufrir mil veces más que si estuvieras enfrentando el problema real.
¿Acaso sufres por adelantado? ¿Te ejercitas en el arte de sufrir? ¿Tienes por costumbre entrenarte en el arte del sufrimiento? Puede ser.
Tu imaginación, bien llamada la “loca de la casa” por Santa Teresa de Jesús, proyectará en tu mente todo tipo de escenas terribles cuando perciba que no tienes control sobre lo que está ocurriendo. Te engañas al creer que por imaginar lo que puede suceder, puedes controlar o prepararte para el impacto. Si no tomas conciencia de que los pensamientos son simplemente pensamientos y que debes diferenciarlos de la realidad, estarás siempre indefenso frente a tu imaginación, que proyectará todo tipo de escenas dignas de una película de terror.
Esos pensamientos que se mueven en tu mente como ladrones al asecho despertarán todo tipo de sentimientos y emociones, creando un estado afectivo y espiritual que se traducirá en tristeza, angustia, desolación y llanto. ¿Cómo librarte del yugo de esos pensamientos y sentimientos? Lo primero que debes saber es que no puedes impedir que se susciten pensamientos o se proyecten escenas terribles en tu mente, porque no depende de ti que estén o no ahí, pero sí puedes dejar de creer en todo lo que te dicen o creer que las escenas son reales. Tal vez puede sonar muy simplista, pero es así.
En cuanto empiezas a diferenciar entre pensamiento y realidad, entre imaginación y verdad, comienzas a dejar de girar en torno a ellos y desactivas en tu interior el carrusel del horror. Los pensamientos son solo pensamientos y los sentimientos que suscitan son generados por esas ideas en tu mente o por una situación que te atemoriza. Los pensamientos y sentimientos acontecen en tu interior sin que los llames y no se irán simplemente porque les digas que se marchen. Lo que sí puedes hacer es dejar de creer en ellos como si fueran reales, es decir, dejar de darles entidad de realidad. Lo que imaginas y piensas no está ocurriendo en realidad, solamente lo estás pensando o imaginando. Mientras no ocurra lo que imaginas, no sufras por lo que no es real. No sufras en un mundo paralelo.
La vida real ya tiene suficiente complejidad como para sufrir también en una realidad fabricada en tu mente. Por lo tanto, no sufras «por si acaso» llega a ser verdad lo que imaginas. No sufras por tus pensamientos, no dejes que te quiten la paz ni la confianza, no des rienda suelta a tu imaginación para que teja en tu mente todo tipo de situaciones y escenas terribles. No des consentimiento a tus pensamientos cuando te llevan a imaginar lo peor, simplemente hazte consciente de que son pensamientos y no realidad. Ya habrá tiempo para enfrentar el problema si llegara a ocurrir, pero no sufras por lo que todavía no sucedió, no sufras solo por si acaso.
Javier Rojas, SJ