En el momento en que dejamos de creer en los pensamientos que nos atormentan, cesa el sufrimiento. No hay nada que nos hagan sufrir más como los pensamientos que nos inquietan y no podemos quitar de nuestra mente. Cuando un pensamiento así nos atrapa sentimos que estamos como poseídos. Lo que pensamos en realidad no está pasando, aunque tenga algún arraigo en lo real, sino que lo estamos imaginando, es producto de nuestra fantasía. Hay pensamientos que vienen cargado de mal espíritu, llegan con falsas razones y nos alejan de la verdad, de la fe y de la confianza en Dios. Los pensamientos del mal traen turbación, oscuridad, desconfianza y nos dejan como separado de todos, aislados y solos. En cambio, los pensamientos de Dios nos llenan de paz, de amor y de esperanza. Nos limpian y despejan la mente, nos hacen pensar con claridad y llenan nuestro interior de serenidad. Para vencer los pensamientos llenos de sufrimiento debemos dejar de creerles, y afirmar nuestra fe en Dios.
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