Sentirnos elegidos o no en cualquier situación o circunstancia es una experiencia que moviliza muchas emociones. Ser aceptados o rechazados, incluidos o discriminados, recibidos o expulsados, despiertan sentimientos y actitudes muy diversas y contradictorias. Todos queremos ser elegidos porque de esa manera nos sentimos queridos y valorados. El abandono o el desprecio de los demás es una carga muy pesada para sobrellevar y generan sentimientos como el resentimiento y el odio. Por el contrario, sentirnos elegidos y todo lo que ello conlleva, despiertan en nosotros sentimientos de agradecimiento, fidelidad y entrega. Necesitamos aprender a gestionar mejor estas situaciones. Nuestro valor personal no es algo que dependa de los demás, sino que está dentro de nosotros. Jesús eligió a los que Él quiso para que estuvieran cerca suyo, pero su elección no significó de ninguna manera un desprecio hacia los demás. No debemos buscar que otros nos valoren, sino valorarnos a nosotros mismos. ¿Cómo vives esos momentos en que no eres elegido?
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