En este tiempo en el que hablamos tanto de integración y diversidad hay mucha más discriminación que antes. Hay gente que levanta la bandera de la diversidad, pero solo aceptan a quienes piensan como ellos. ¡Son unos mentirosos y farsantes! Para hablar de la diversidad debemos comenzar por respetar al otro y abandonar el lenguaje agresivo y violento con el que los “paladines” de la integración pretenden imponer su parecer por encima de los demás. Integrar es abrirse a la realidad del otro y no sentirla como amenaza. Promover la integración es un acto de humanidad, de compasión, de solidaridad. Jesús se acercó al leproso para curarlo e integrarlo nuevamente a la comunidad. La integración del otro da vida, no genera odio ni rencores.
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