No es fácil escuchar a los demás. Nos resulta difícil prestarles atención. Tenemos la cabeza tapizada de ruidos que nos impiden prestar atención al que tenemos delante. Otras veces somos temerosos y mantenemos una actitud defensiva frente al que nos habla. La causa está en la mente que agitada por la fabricación de pensamientos todo el tiempo, no deja espacio en blanco para acoger al otro tal como es. La vida no es lo que pensamos, ni lo que proyectan nuestras ideas o cavilaciones, sino lo que ocurre a nuestro alrededor, tal como sucede. Nuestra ansia de control nos fabrica siempre una respuesta para todo. Jesús, por el contrario, nos invita a estar abiertos a la sabiduría interior, a la acción del Espíritu de Dios en nosotros, que hace nuestro oído atento a todos y a todo lo que se presenta a diario.
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