Hay personas que nos ayudan a aclarar nuestras oscuridades, a desenredar los pensamientos, a aclarar los deseos y a desatar los nudos del corazón que dejan el rencor y el odio. Colaboran para que encontremos la paz, recuperemos la confianza en Dios y en nosotros mismos, y esto nos fortalece en la fe. Estos milagros ocurren todos los días. Esas personas son de carne y hueso, como tú y yo, y han desarrollado ese don maravilloso de «hacer milagros». Es un don de Dios, no les pertenece a ellos. Muchas de esas personas ni siquiera se dan cuenta del don que tienen, y lo entregan generosamente sin pedir retribución alguna. Necesitamos más personas así. Precisamos desarrollar ese don maravilloso de hacer milagros, el milagro que viene como resultado del amor, la escucha y la cercanía con los demás. La invitación es a estar disponibles para hacer esos milagros que Jesús hace por medio nuestro.
Hacedor de milagros
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