Jesús no nos engaña cuando nos invita a convertirnos en sus discípulos. No da lugar a que imaginemos un estado de vida que no será. Seguir a Jesús es un camino de conversión que significa aprender su estilo de vida y desaprender otra. Seguir a Jesús es disponernos interiormente a sentir, pensar y actuar como él, pero no como meros imitadores o «mimos». No nos «vestimos de discípulos de Jesús» como si estuviéramos representando una obra, sino que nos abrimos a la acción del Espíritu de Dios para que nos transforme la vida. Ser discípulos de Jesús significa dejar atrás una manera de ser para asumir otra. Seguir a Jesús es morir y volver a nacer.