Todos llevamos en nuestro interior fuerzas opuestas que luchan por conquistar nuestros afectos y voluntad. Somos lobos y corderos, luz y oscuridad, trigo y cizaña, serpientes y palomas, pero lejos de vivir esta realidad con pena y tristeza debemos desarrollar la capacidad del discernimiento para conocer esas fuerzas que nos mueve hacia una u otra dirección. El conocimiento personal que brota de la oración, del encuentro íntimo con Jesús nos ayuda a conocerlas para rechazar las que nos conducen al mal que podemos hacer y aceptar las fuerzas interiores que nos conducen al bien que podemos realizar. Los frutos de nuestro modo de proceder nos revelan la fuerza interior que nos guía.
Por sus frutos los reconocerán
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